En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo Hoy es Jueves 24 de Septiembre XXV Semana tiempo Ordinario Nuestra Señora de la Merced.
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 9, 7-9:En aquel tiempo, el tetrarca Herodes se enteró de lo que pasaba sobre Jesús y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, en cambio, que había aparecido Elías, y otros que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas. Herodes se decía:
«A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es este de quien oigo semejantes cosas?».
Y tenía ganas de verlo.
Palabra del Señor
Reflexión: Herodes se enteró de todo lo sucedido, pero nosotros no sabemos qué era eso que estaba sucediendo si no vamos al evangelio de Lucas a leer los capítulos anteriores.
Jesús predica y realiza signos de salvación. Su presencia es Buena Noticia. Y las gentes le siguen. De Él sí se puede esperar la novedad que nos cambie la vida.
Casi en contraposición con la primera lectura, en la que nada de lo que acontece en la vida del ser humano y en el mundo merece la pena, Jesús se está convirtiendo en “la” referencia para la vida de muchos, por ser buena noticia que anuncia con signos de salvación el Reino de Dios que ya está entre nosotros y en nosotros. Sin espectáculo, sin alboroto, sin que la vida de cada día cambie demasiado… lo que cambia es la sanación que llega con Él y que introduce alegría, dignidad, confianza.
Ante la fama que Jesús va adquiriendo Herodes se pregunta “¿quién será éste?”. Y quiere ver a Jesús. Los pocos datos que el Evangelio nos ofrece sobre Herodes nos inclinan a imaginar los posibles motivos de su deseo. Quizá es inútil preguntarse por lo que movía a Herodes en ese momento. Porque lo importante es hacernos la pregunta a nosotros mismos.
¿Qué me mueve a acercarme a Jesús? ¿Quiero acercarme realmente a Él cada día? ¿Me pregunto “quién es éste” tratando de descubrirle cada día más hondamente o supongo que ya le conozco desde hace mucho y no hay nada que descubrir?
Ojalá el amor mantenga en nosotros ese deseo permanente de conocerle más y mejor, sin ninguna pretensión de totalidad, ni de dominio.
_* Dios te bendice…* “Sálvanos, Señor, que se acaban los buenos,
que desaparece la lealtad entre los hombres: no hacen más que mentir a su prójimo,
hablan con labios embusteros y con doblez de corazón.
Extirpe el Señor, los labios embusteros
y la lengua fanfarrona
de los que dicen: «la lengua es nuestra fuerza, nuestros labios nos defienden,
¿quién será nuestro amor?» El Señor responde: «por la opresión del humilde,
por el gemido del pobre,
yo me levantaré, y pondré a salvo al que lo ansía». Las palabras del Señor son palabras auténticas, como plata limpia de ganga,
refinada siete veces.
Tú nos guardarás,
Señor, nos librarás para siempre de esa gente:
de los malvados que merodean para chupar como sanguijuelas sangre humana. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén” (Salmo 11).