En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo Hoy es Domingo 15 Noviembre XXXIII Semana Ordinario
Lectura del santo Evangelio según San Mateo 25, 14-30
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
«Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus siervos y los dejó al cargo de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó.
El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos.
En cambio, el que recibió uno fue a hacer un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.
Al cabo de mucho tiempo viene el señor de aquellos siervos y se pone a ajustar las cuentas con ellos.
Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo:
“Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco”.
Su señor le dijo:
“Bien, siervo bueno y fiel; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entra en el gozo de tu señor”.
Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo:
“Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos”.
Su señor le dijo:
“Bien, siervo bueno y fiel; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entra en el gozo de tu señor”.
Se acercó también el que había recibido un talento y dijo:
“Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo”.
El señor le respondió:
“Eres un siervo negligente y holgazán. ¿Conque sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese siervo inútil echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes”».
Palabra del Señor
Reflexión: En nuestra “cultura” atea y depredadora, que ya se quiere sembrar en los mismos centros de enseñanza, como un monopolio de determinadas ideologías, tratando de conquistar la felicidad como algo exclusivo de cada sujeto, como solo consumidores de emociones y placeres, gestores o súbditos de planteamientos “educativos” opuestos a los mandamientos de Dios. Y detrás de todo el dinero, verdadero dominador de todas las ideologías. El dinero y el poder y el placer considerados la única fuente de nuestra felicidad: Comer, beber, vestir, bailar, viajar… Y en medio de todo llega el Covid-19 y nos confina, no solo en casa, sino en nuestra impotencia.
El poder nos hace importantes, mandando sobre los demás… Y la pandemia nos releva y desorganiza, perdidos en un “hoy es así y mañana lo contrario”; y no sabemos en qué acabará todo. Somos un mundo destruido por la codicia humana. Precisamente hoy celebramos la “Jornada Mundial de los Pobres”.
¿Felices sin el buen Dios? La epidemia de la infelicidad y la muerte nos grita que no podemos ser felices centrados sólo en aplacar nuestros deseos. Hay más realidad que la que tocamos con las manos. Y vivimos muy engañados, pensando que no tenemos que dar cuenta de lo nuestro a nadie. Nos guste o no, sepámoslo o no, se nos ha encomendado una tarea y nuestra felicidad dependerá del modo en que ahora hagamos las cosas. Y, por supuesto, creyente o no, dará cuentas de si. No hay posibilidad de excluirse de la Verdad de Dios. Por eso, hermano, hermana, para saber de verdad quien eres, quienes somos, sométete a esta prueba: Lee san Mateo 25,14-30. En este espejo se refleja quién soy y qué me espera.
¡Qué grandes dones se me han dado, que talentos, dándoseme la vida! Y, ¿para qué? Responde.
_* Dios te bendice…* “En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro. Él mismo se compadeció del pecado de los hombres y quiso nacer de la Virgen María;
murió en la cruz para librarnos de la muerte
y resucitó del sepulcro para darnos la Vida eterna. Por eso, con los ángeles y arcángeles, y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria: Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del Universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria. Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo”.