Es verdad que no lo sabemos todo. Pero vamos aclarándonos.
En medio de la maraña de ruidos, discursos, incertidumbres…
en la vida se van asentando algunas verdades sencillas.
Verdades que normalmente suponen dejar de lado la pompa, los grandes pronunciados.
Verdades que tienen que ver con el corazón, el afecto, nuestra desnudez vulnerable y la humanidad auténtica.
Y la verdad de Dios, inasible, tiene que ver con el amor, con nuestra ansia de eternidad, con esta libertad que nos hace tan poderosos.