Santuario Nuestra Señora de los Milagros

UNA IMAGEN… UNA PALABRA

En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo
Hoy es Domingo XXV del Tiempo Ordinario

01

Marcos 9, 30-37 En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos.
Les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará». Pero no entendían lo que decía, y les daba miedo preguntarle.
Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó:
«¿De qué discutíais por el camino?». Ellos callaban, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo:
«Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos». Y tomando un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado».

Palabra del Señor

Reflexion: En el camino de la vida surgen a veces e inesperadamente determinadas preguntas que suelen ser más clarificadoras que muchas respuestas: “¿De qué discutíais por el camino?” Además de sorprender a sus seguidores, la pregunta de Jesús puso de manifiesto, como el relámpago en la oscuridad del horizonte, las motivaciones e intenciones que anidaban en su interior. Ensimismados en sus fantasiosas cavilaciones, recorrían los alegres parajes de los alrededores del lago de Galilea haciendo cálculos sobre los primeros puestos en el Reino. Por eso, al ser sorprendidos y cuestionados, no les cupo otra que “callar”, avergonzados por su actitud.

Sería más tarde cuando cayeron en la cuenta de que les esperaba la dura ascensión hacia Jerusalén. ¿Qué hacer cuando todo se pone cuesta arriba, el sol aprieta y parecen agotarse las fuerzas? ¿Cómo afrontar la frágil soledad de quien transita por senderos accidentados y desconocidos, expuestos a toda suerte de peligros, y echando en falta la mano amiga y samaritana del prójimo? (Lc 10,29-37). Los exploradores enviados por Moisés como avanzadilla para otear sobre el terreno la posible entrada en la tierra prometida del país cananeo, testificaron claramente las dificultades que entrañaba su empresa: “La gente que hemos visto allí son todos ellos gigantes. Nosotros nos veíamos ante ellos como saltamontes, y eso mismo les parecíamos a ellos” (Nm 13,32-33).

La vida discurre su cauce con preguntas cada vez más pertinentes, comprometidas, difíciles de sortear y eludir. El ir tomando conciencia de las mismas, no solo ayuda a asumir y emprender con mayor realismo y coraje la subida de la montaña sino que propicia el terreno idóneo para fraguar y fortalecer la verdadera esperanza cristiana.

La sabiduría práctica de Jesús, inmejorable guía y maestro de vida, queda de manifiesto en la escena evangélica: el gesto por así decir sacramental de la acogida simbólica de un niño, gesto significativo acompañado de las siguientes palabras: “Quien reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me ha enviado”. Es esa sencilla y expresiva actitud de sincero servicio a los más humildes y pequeños la que autentifica la credibilidad del verdadero discípulo: “Quien quiera ser el primero, ha de ser el último y servidor de todos”. ¿Qué mejor tarjeta de presentación que el compromiso cristiano con esta nueva escala de valores instaurada por Jesús?

Si es el niño quien ha de ocupar el centro de la vida comunitaria, ¿dónde queda el protagonismo de la ambición, el honor y la grandeza de los primeros puestos? De ahí la fuerte denuncia del apóstol Santiago, hermano del Señor, a los suyos: ¿Qué sentido tienen entre vosotros las discordias, disensiones y rencillas intracomunitarias? Para nada se corresponden con la sabiduría proveniente del evangelio.

La mirada crítica de Jesús recae directamente sobre sus propios discípulos, desautorizados por su comportamiento para ejercer la misión a la que han sido llamados. Lo más pequeño e insignificante a los ojos de los mortales ocupa paradójicamente el primer lugar a los ojos de Dios. No es el Señor el que está sentado a la mesa, sino el que sirve.

_* Dios te bendice…* Oramos: Credo, Padrenuestro, Avemaria, Gloria.