En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo
Hoy Domingo 13 Febrero. Sexta Semana Tiempo Ordinario.
San Lucas 8, 17-26. En aquel tiempo, Jesús bajó del monte con los Doce, se paró en una llanura con un grupo grande de discípulos y una gran muchedumbre del pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón.
Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les decía:
«Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.
Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.
Bienaventurados vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre.
Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.
Pero, ¡ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo!
¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque tendréis hambre!
¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis!
¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que vuestros padres hacían con los falsos profetas».
Palabra del Señor
Reflexion La fe: la confianza en la Vida. Ahora bien, hemos de tener fe, cómo nos dice San Pablo, en que Cristo ha resucitado. Es decir, hemos de tener la confianza de que al final la Vida triunfa, de que en el seno de la Palabra de Dios se encuentra la voluntad de Dios, que no es otra que la Felicidad del hombre. Sin esta confianza, estamos abocados a la muerte. ¿Por qué? Porque al final no es Dios quien condena sino que, somos nosotros mismos los que nos condenamos en el ya, ahora, en nuestro caminar diario…
Somos nosotros, con nuestra libertad, los que nos enrolamos en dinámicas de muerte, en dinámicas que, a quién más daño hacen, son a nosotros mismos, de tal manera que nos producen la muerte… Es la ley del pecado.
Por eso, la primera lectura nos hace una contraposición entre quienes son malditos, es decir, quienes están guiados por la ley de la muerte, del pecado y quienes son benditos, quienes se guían por Dios, por la Vida de su gracia:
“Maldito quien confía en el hombre, y en la carne busca su fuerza, apartando su corazón del Señor. Será como un cardo en la estepa, no verá llegar el bien; habitará la aridez del desierto, tierra salobre e inhóspita.
Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza. Será un árbol plantado junto al agua, que junto a la corriente echa raíces; cuando llegue el estío no lo sentirá, su hoja estará verde; en año de sequía no se inquieta, no deja de dar fruto.”
Y el Evangelio de san Lucas vuelve a recalcar esta doble dimensión de nuestra vida:
“Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis. Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre.
Pero, ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que ahora reís!, porque haréis duelo y lloraréis. ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas.”
Las Bienaventuranzas son cercanas y lejanas: ¿Cómo ser pobre en una sociedad capitalista?, ¿Cómo ser odiado por Jesucristo, -realmente esto esto es cada día más habitual-si vivimos en una cultura que se dice tolerante? Llorar quizás nos quede más cercanos, porque la raza humana siempre tiene un motivo para llorar: ¡Miremos a Haití! ¡Allí esta Dios, porque allí se cumple hasta la letra del Evangelio!
¡Echemos a volar nuestra audacia! Tendamos nuestros brazos hacia Cristo. El nos hará volar.
_* Dios te bendice…* Oramos: Credo, Padrenuestro, Avemaría, Gloria.