En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo
Domingo XVI tiempo Ordinario.
San Lucas 10, 38-42 En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa.
Esta tenía una hermana llamada María, que, sentada junto a los pies del Señor, escuchaba su palabra.
Marta, en cambio, andaba muy afanada con los muchos servicios; hasta que, acercándose, dijo:
«Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? Dile que me eche una mano».
Respondiendo, le dijo el Señor:
«Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria. María, pues, ha escogido la parte mejor, y no le será quitada».
Palabra del Señor
Reflexión El don de Dios no es esto o aquello, sino Dios mismo. Por eso, ante las cosas de Dios hay que ponerse en actitud de escucha. Este es el don de todos los dones, lo único necesario.
Son muchas las faenas y ruidos que interfieren en nuestra vida. Para ir al fondo de las cosas, para distinguir lo esencial de lo accidental, lo necesario de lo inútil, lo absoluto de lo relativo es preciso ejercitarse en el silencio de la contemplación.
Es el significado de la escena evangélica de Marta y María. Jesús nos lo dejó bien claro en su original discurso sobre la providencia de Dios: Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura (Mt 6, 31-33).
Necesitamos la sabiduría de lo único necesario para que nos ayude a ir más allá de la inmediata presión de la vida; que ayude a reconocer los límites básicos de la condición humana y capacite para aceptarlos; que enseñe una verdad tan simple como que no sólo existe el mañana sino también el pasado mañana y, por fin, que la distinción que hay entre el éxito y el fracaso es muy incierta.
Porque a la luz de la Palabra de Dios: los últimos serán primeros y los primeros, últimos (Mt. 20, 16). Estas palabras debían sonar muy bien a gente ignorada, descartada, marginada, acosada, es decir los que están en el puesto de los que nadie se fija en ellos.
La sabiduría de lo único necesario nos descubre que la verdadera esperanza no es sólo la que surge de los momentos de euforia, sino sobre todo la que surge de los abismos del dolor. Invoquemos en esos momentos el auxilio divino.
_* Dios te bendice…* Oramos: Credo, Padrenuestro, Avemaría, Gloria.