ACONFESIONALIDAD NO ES MARGINALIDAD
1.La ACONFESIONALIDAD no significa marginalidad de todo hecho religioso. Lo mismo que, no apostar por una especie de arboleda, no implica talar todo brote de ella.
2.La ACONFESIONALIDAD no puede ser un paraguas bajo el cual se refugien odios y vejaciones, burlas y desprecios a la fe de una gran mayoría.
3.La ACONFESIONALIDAD es no abrazar ninguna religión pero ser conscientes de que, nuestros cimientos culturales, sociales, artísticos, musicales e incluso estructurales, no se pueden entender sin el catolicismo.
4.La ACONFESIONALIDAD implica precisamente el hacerse presente, sin prejuicio alguno, allá donde la vida de la ciudadanía tiene expresión popular importante. La religiosidad popular es un elemento indiscutible.
5.La ACONFESIONALIDAD no puede esgrimirse como identidad de una nación (que no es aconfesional) sino en todo caso como argumento de algunos regidores para actuar según sus convicciones personales no según las generales.
6.La ACONFESIONALIDAD no reconoce ni se adhiere en concreto a ninguna religión particular pero tampoco puede obviar ni marginar la que profesa una gran mayoría.
7.La ACONFESIONALIDAD no es LAICISTA y mucho menos belicista. En todo caso, el laicismo, es una opción concreta y personal que se ha de llevar al ámbito privado y no al público.
8.La ACONFESIONALIDAD no es ACONFESIONALIDAD institucional. Las personas, cuando acceden a las instituciones, cuelgan su vida personal en la percha de la calle. O dicho de otra manera: dejan su “yo” para que prevalezca “los demás”.
9.LA ACONFESIONALIDAD no es prescindir de toda manifestación pública de la fe y mucho menos reducirla al perímetro de lo íntimo. Por la misma regla de tres la ideología laicista tampoco tendría que tener cabida en la estructura educativa, política, social, cultural, etc.
10.LA ACONFESIONALIDAD no es un estado laico que intenta prescindir de toda simbología religiosa. ¿No es eso acaso otra religión pero sin Dios?
Ante la situación, que no debiera ser traumática ni mucho menos, de la ausencia de ciertos regidores en las procesiones o misas de las fiestas patronales sólo nos cabe una respuesta: lo esencial e importante es la presencia de la ciudadanía, la oración del pueblo, la expresión multitudinaria de la fe de una tierra que se mantendrá firme y hasta más auténtica sin la distorsión y permanente provocación del “homo politicus” como si, el centro de la fiesta, la procesión, la ofrenda, la salve u otras tantas conmemoraciones religiosas fueran ellos.