¡Grande eres, Señor, y muy digno de alabanza!
¡grande es tu poder, y tu sabiduría no tiene medida!.
Y pretende alabarte un hombre, pequeña migaja de
tu creación. Precisamente un hombre que lleva
entorno suyo la mortalidad, que lleva a flor de piel
la etiqueta de su pecado y el testimonio
de tu resistencia a los soberbios.
A pesar de todo, pretende alabarte un hombre,
pequeña migaja de tu creación. Y eres tu mismo
quien le estimula a que halle satisfacción
alabándote, por que nos has hecho para ti y nuestro
corazón esta inquieto hasta que descanse en ti.
San Agustín, Confesiones 1,1,1