Sed buenos: buenos en vuestro rostro,
que deberá ser distendido,sereno y sonriente;
buenos en vuestra mirada, una mirada que primero sorprende y luego atrae.
Sed buenos en vuestra forma de escuchar:
de este modo experimentaréis, una y otra vez, la paciencia,
el amor, la atención y la aceptación de eventuales llamadas.
Sed buenos en vuestras manos: manos que dan, que ayudan,
que enjugan las lágrimas, que estrechan la mano del pobre y del enfermo para infundir valor,
que abrazan al adversario y le inducen al acuerdo, que escriben una hermosa carta a quien sufre, sobre todo si sufre por nuestra culpa;
manos que saben pedir con humildad para uno mismo
y para quienes lo necesitan, que saben servir a los enfermos,
que saben hacer los trabajos más humildes.
Sed buenos en el hablar y en el juzgar:
Sed buenos, si sois jóvenes, con los ancianos; y, si sois ancianos, sed buenos con los jóvenes.
Sed contemplativos en la acción: mirando a Jesús –para ser imagen de Él– sed, en este mundo y en esta Iglesia, contemplativos en la acción; transformad vuestra actividad ministerial en un medio de unión con Dios.
Sed santos: el santo encuentra mil formas, aun revolucionarias,
para llegar a tiempo allá donde la necesidad es urgente.
El santo es audaz, ingenioso y moderno;
el santo no espera a que vengan de lo alto las disposiciones y las innovaciones; el santo supera los obstáculos y, si es necesario, quema las viejas estructuras superándolas…
Pero siempre con el amor de Dios y en la absoluta fidelidad a la Iglesia a la que servimos humildemente porque la amamos apasionadamente.