Una cierta disposición al cambio es buena.
Para no terminar aceptando, sin más, las dinámicas de la propia vida.
Quizás el joven es más soñador, y el adulto se hace escéptico, sobre sí mismo, y piensa que no hay nada que proponerse.
¡¡¡Pues sí!!! Claro que hay proyectos, propuestas, luchas, anhelos en el horizonte.
Y claro que uno mismo puede mejorar –su vida y la de otros.
Puedo arreglar alguna que otra relación torcida.
Puedo mejorar en la manera en que vivo.
Puedo aprender a ser más fiel, más coherente, más generoso, más cercano, más comprensivo, más de Dios…
SALIÓ EL SEMBRADOR A SEMBRAR…
FELIZ DÍA A TODOS…