Pero no se trata de resistir porque sí…
O de forzarse a pura voluntad.
Se trata, más bien, de mantener viva la llama, la ilusión,
el impulso que hace que merezca la pena luchar.
Porque el fuego es real. Se trata de atesorar, muy dentro,
las palabras del evangelio que a veces te incendian por dentro.
Se trata de cantar, con imbatible ternura, que hay un amor infinito –abstenerse de interpretaciones sentimentaloides- que da sentido a cada vida.
Y convertir dicho amor en bandera, proyecto y promesa.
FELIZ DÍA A TODOS…