Todos conocemos personas dignas de confianza.
Porque su palabra es verdadera.
Porque no quieren aparentar lo que no son, o no tienen, o no saben.
Porque saben preguntar y pedir perdón.
Dios también quiere que su palabra sea acogida no por medio de la violencia, sino porque revela lo que somos y lo que podemos llegar a ser. Por eso no juega a las apariencias ni a la imposición. Por eso es digno de confianza.
El Evangelio de hoy nos habla del valor de la palabra y de la verdad. Frente a los juramentos, falsas promesas o incumplimientos de lo prometido, Jesús recomienda a sus seguidores la humildad de un “sí” o de un “no”. También para aceptar el punto de partida de la propia debilidad. Sólo así Dios puede obrar su milagro en nosotros.
FELIZ DÍA A TODOS…