Volvió su mirada hacia mí y noté que me sentía mejor:
– Levántate, toma la camilla y vete a casa
Y di un brinco.
Me sentía nuevo, y poderoso y con una tarea que hacer, con un sentido en la vida.
Los hombres podemos hacerlo muy mal, y sentirnos fatal…
Pero podemos perdonar y ser perdonados… porque somos
hijos del Padre de la misericordia, hijos de su ternura.
Gloria a Dios que nos ha dado tal «autoridad».
FELIZ DÍA A TODOS…