Agradezcamos nuestra fe cristiana,
estemos contentos de ella.
Intentemos que nuestro trato con Jesús sea cercano y no lejano, tal como le trataban aquellos discípulos que estaban junto a Él, que le vieron y oyeron.
No miremos a Jesús yendo del presente al pasado, sino del presente al presente, estemos realmente en su tiempo, un tiempo que no acaba. La oración -hablar con Dios- y la Eucaristía -recibirle- nos aseguran esta proximidad con Él y nos hacen realmente dichosos al mirarlo con ojos y oídos de fe.
«Recibe, pues, la imagen de Dios que perdiste por tus malas obras» (San Agustín).
FELIZ DÍA A TODOS