Al prójimo herido no lo escogemos nosotros.
Se nos mete en nuestra vida, nos lo encontramos en el enfermo, en el explotado, en el que sufre, en el que no cuenta nada en la sociedad. Siempre corremos el riesgo de dar rodeos.
Por ejemplo, buscamos al prójimo lejano, y olvidamos al que tenemos cerca.
Pensamos en el tercer mundo, en los problemas del medio ambiente, hasta hablamos de la “civilización del amor”; esto está bien, pero, siempre, empezando por el que nos encontramos en el camino, por sorpresa y de inmediato, el que cambia nuestros planes.
Hacernos trabajadores (o colaboradores) de una famosa ONG, y luego olvidar al herido con el que me encuentro a cada hora es una hipocresía.
De la misma manera, es peligrosa la tentación de que se nos llene la boca con palabras grandilocuentes: paz, solidaridad, compromiso, compartir, profecía… mientras el abandonado en el camino lo que necesita es ser visto, cercanía y curación.
FELIZ DÍA A TODOS…