Si nos vestimos de esperanza, podremos entrar al festín de manjares suculentos.
Un festín de abundancia mesiánica, con el mejor aceite del consuelo y el vino generoso de la espera.
Un festín que el Señor prepara para todos los pueblos.
Un festín que enjuga lágrimas y pone fin a toda ignominia.
Un festín con la esmerada preparación del Dios comprometido enteramente con la humanidad.
FELIZ DÍA A TODOS…