El Evangelio de hoy nos muestra otro bonito pasaje de los comienzos de la predicación de Jesús. El episodio sucede en una sinagoga, lugar donde los judíos se reunían para orar, para encontrarse con Dios. Y frente a lo que otros hacían, aparece Jesús hablando y actuando con autoridad. No pertenece a las clases dirigentes del pueblo. Y sin embargo, la gente sencilla percibe que su palabra y sus acciones tienen una fuerza especial… que llama la atención y que –sabemos- le traerá problemas.
La auténtica autoridad es la que tienen aquellas personas que ayudan a los demás a sacar adelante la vida, a organizarse, a caminar. Jesús es un hombre de autoridad. Y la ejerce. A veces despertando lo dormido. Otras, oponiéndose a fuerzas contrarias. Siempre buscando el bien del otro. Hasta dar la vida…
Los seguidores de Jesús también estamos llamados a tener “autoridad”. Una autoridad como la de Jesús: aportar nuestros criterios, nuestras palabras y nuestras acciones para que el mundo se parezca a lo que Dios sueña. En unos tiempos donde a veces parece que todo vale, o donde el único criterio en ocasiones es el criterio económico o del propio beneficio, los cristianos estamos llamados a hacer valer nuestra autoridad… dando la vida.
FELIZ DÍA A TODOS…