La persona que se acerca a Jesús lo hace con confianza: “Si quieres, puedes limpiarme”. Confía en su autoridad y le pone delante lo que hay. Jesús, “sintiendo lástima”, hace lo que puede hacer: le toca. Al que era impuro, le cura ser tocado. Al que era excluido le cura ser aceptado. Jesús trae salud, porque toca, acepta, acoge. Y “quedó limpio”.
Por eso, aquel enfermo que ha sido amado y curado, desde su debilidad, no puede callarse. Sin mala voluntad, el personaje del evangelio desobedece a Jesús proclamando a los cuatro vientos la misericordia que Dios ha tenido con él. Y no es para menos. El bien se difunde. El agradecimiento es difusivo. El corazón agraciado no puede callar…
A veces creo que si no somos mejores es porque nos falta consciencia de todo lo bueno recibido. De lo que otros y Dios a través de la vida han hecho por nosotros. Sabiendo que ninguna vida es perfecta. “De la abundancia del corazón habla la boca”.
Te invito a que hoy pienses en todo lo que has recibido. Y que, desde ahí, como a la persona del Evangelio, te surja el agradecimiento.
FELIZ DÍA A TODOS