Nuestro pasaje evangélico es, en su conjunto, un enérgico reproche a quienes optan por la ceguera, a quienes buscan explicaciones retorcidas con tal de no reconocer el poder y autoridad de Jesús. Pecan contra la luz, contra el Espíritu Santo, lo que equivale a situarse deliberadamente al margen de su acción salvífica. No es que deje de ofrecérseles el perdón, sino que, en su inmovilista y autosuficiente soberbia, huyen de la salvación.
Ojalá, sin caer en absurda credulidad (superstición) y conscientes de nuestra autonomía y responsabilidad en la marcha de la historia, tengamos al mismo tiempo un corazón humilde, siempre abierto a la sorpresa de la acción sanadora y creadora de Jesús, especialmente cuando se nos acerca en su Palabra y en sus Sacramentos.
FELIZ DÍA