A Jesús le llevan un hombre sordo y tartamudo; un hombre que tenía mucha dificultad para comunicarse y relacionarse; un hombre que prácticamente vive aislado y solo. Y le suplican que le imponga las manos. Jesús lo llevó a parte, metió los dedos en los oídos, le tocó la lengua con saliva y le dijo “Effatha”, ábrete.
Este hombre es reflejo de muchas personas de nuestra sociedad ya que las heridas más graves de mucha gente tienen que ver con las relaciones con los demás y con el mundo. Muchas personas están endurecidas, atrofiadas y paralizadas; viven encerradas en sí mismas y solas entre la gente; son como llaneros solitarios que vagan perdidos en medio de la masa humana; personas aisladas y con miedo al otro que les hace refugiarse en sí mismas y expuestas a no encontrar un sentido a su vida.
Necesitamos, también nosotros, escuchar ese: “Effatha”, ábrete.
FELIZ DÍA A TODOS…