El secreto de Jesús, de sus actitudes, de sus palabras y gestos, como la curación de un hombre en sábado (cf. Jn 5,1-16), está en su estrecha unidad o intimidad con el Padre. A Jesús no le importan las acusaciones de aquellos que absolutizan la ley, pues sabe que su fuente es el Padre, no razonamientos humanos o estructuras religiosas incapaces de conducir el hombre a la libertad. Donde Jesús manifestaba en sus acciones la continuación de la obra de Dios, sus contemporáneos veían solamente blasfemia.
Y Jesús va más lejos al cambiar el nombre de Dios, a quien llama “Padre”, un nombre pronunciable, un nombre que encierra una relación, no como mera invocación religiosa, sino como verdadera experiencia vital. Como un hijo aprende el oficio de su padre, él aprendió el oficio de amar sin cálculos, sin barreras, sin miedo. Pero también podemos contemplar al Señor que se revela con la ternura de una madre; y aún más, pues, aunque una madre pudiera olvidar al niño de pecho, Él jamás se olvidaría de nosotros (cf. Is 49,15).
FELIZ DIA A TODOS