Esta es la historia de nuestra Iglesia, de nosotros mismos.
Dios nos rescató del pecado y de la muerte y nos limpió, nos llenó de gracias en el bautismo. Nos hizo fuertes ante los demás, pero apenas crecimos y nos hemos olvidado de Él, nos hemos mundanizado. Hemos tomado las costumbres de los paganos. Es triste ver cómo la historia se repite, y que hoy, a pesar de haber sido revestidos del Espíritu Santo, tantos hermanos y hermanas, renuncian a su dignidad y se prostituyen adaptándose a este mundo; viviendo según las costumbres paganas que hoy se promueven en todas partes.
Si bien es cierto que la misericordia de Dios es eterna, no olvidemos que, para que se diera el perdón, tuvo que haber un arrepentimiento y que éste, sólo se dio cuando Israel se vio desolado y entregado en las manos de sus enemigos, cuando vivió la miseria de la guerra y del destierro.
Todavía estamos a tiempo. El Señor, a través de sus profetas, nos ayuda a tomar conciencia de nuestro abandono y regresar a él. No perdamos más tiempo.
Feliz día a todos