El sueño inútil es querer tenerlo todo. Como Eva y Adán, como aquellos insensatos de Babel…
El espejismo de la omnipotencia nos ha acompañado siempre.
Alcanzar las estrellas, descifrar los secretos del universo, comprender el corazón humano, acertar siempre…
Pero no somos así. Somos sólo fragmentos en un todo abigarrado.
Tú solo no vas a cambiar el mundo, ni a vencer al mal, ni a parar las guerras, ni a curar al universo.
Tú tienes que aspirar a ser lo mejor posible, no lo mejor imposible.
Puedes aspirar a mucho, pero no a todo. Debes luchar por alcanzar muchas metas, no conformarte con la mediocridad, y, sin embargo, abrazar la parte de renuncia y límite en ese camino. A veces se llamará enfermedad, otras fracaso, otras tristeza…
En ocasiones lo vivirás como rechazo, otras como apatía. Tal vez en ti los límites estén en tu mal genio o tu orgullo, en tu flaqueza o en tu falta de detalles.
No quieras cambiar lo que no puede cambiar. Pero, tal y como eres, vive el evangelio con todo tu corazón.
Y, por favor… procura no hacer daño ni dejar víctimas a tus pies.